Tarde de sábado.
Mora y su papá cocinan torta de naranja.
“No-la” dicen Mora y sus amigxs cuando juegan a la escondida,
extienden sus manos hacia el centro de la ronda
y el último, “la-queda”.
Ya no llueve,
salió el sol.
Mora me descubre,
me abraza.
Vuelve el estribillo de aquella canción:
“y si me pierdo… venime a buscar”.
vale
Recibido el 3 de abril de 2020.
23:22 hs.
Mora y su papá cocinan torta de naranja.
“No-la” pienso.
Atravieso el living haciendo de cuenta que no veo todos esos juguetes tirados.
Me siento al lado del ventanal abierto a mirar cómo llueve,
hay viento y se me moja la cara.
Extraño esa sensación.
“No-la” pienso.
Me duele la espalda, me apoyo contra la pared de un rinconcito,
entre el ventanal y la biblioteca.
Estoy apretada y mis piernas quedan para afuera,
pero me siento a salvo.
Me acuerdo de las mil veces que Mora se escondió ahí.
“No-la” pienso.
A la derecha veo el mar.
También las tres plantas en el balcón que hace mucho esperan ser trasplantadas,
y me dicen que van a tener paciencia, que no me preocupe.
A la izquierda la biblioteca pegada a mi cara,
puedo escuchar las voces desde la cocina.
“No-la” pienso.
Por unos minutos el tiempo se suspende,
me olvido de la angustia.
Me imagino sentada en las rocas perdiendo el tiempo,
en una de esas playas que frecuentamos de adolescentes con mis amigas.
Atravieso el living haciendo de cuenta que no veo todos esos juguetes tirados.
Me siento al lado del ventanal abierto a mirar cómo llueve,
hay viento y se me moja la cara.
Extraño esa sensación.
“No-la” pienso.
Me duele la espalda, me apoyo contra la pared de un rinconcito,
entre el ventanal y la biblioteca.
Estoy apretada y mis piernas quedan para afuera,
pero me siento a salvo.
Me acuerdo de las mil veces que Mora se escondió ahí.
“No-la” pienso.
A la derecha veo el mar.
También las tres plantas en el balcón que hace mucho esperan ser trasplantadas,
y me dicen que van a tener paciencia, que no me preocupe.
A la izquierda la biblioteca pegada a mi cara,
puedo escuchar las voces desde la cocina.
“No-la” pienso.
Por unos minutos el tiempo se suspende,
me olvido de la angustia.
Me imagino sentada en las rocas perdiendo el tiempo,
en una de esas playas que frecuentamos de adolescentes con mis amigas.
“No-la” dicen Mora y sus amigxs cuando juegan a la escondida,
extienden sus manos hacia el centro de la ronda
y el último, “la-queda”.
Ya no llueve,
salió el sol.
Mora me descubre,
me abraza.
Vuelve el estribillo de aquella canción:
“y si me pierdo… venime a buscar”.
vale
Recibido el 3 de abril de 2020.
23:22 hs.
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