Gestar en tiempos de pandemia.
Siempre quise ser madre, y este “querer” no se contrapone de ninguna manera al ser feminista. Fui-soy feminista y quise-quiero ser madre. El momento llegó. Después de tantas charlas con mi compañero, tantos piensos, tantas planificaciones de cuándo era el mejor momento, nos lanzamos a concretar lo que ansiábamos. Porque no existe el mejor momento para “tener” un hije (y escribo con comillas porque lo que no quiero es que sea mi posesión, cual objeto que se compra en alguna tienda). Ese fue el razonamiento que nos impulsó a no aplazar más “ese querer” que sentíamos en conjunto. Y ahora escribiendo, en este contexto, en esta coyuntura, me doy cuenta que cobra muchísimo más sentido.
Estoy gestando a Amaia. Hoy cumplo mis 25 semanas, es decir, 6 meses y 1 semana. Desde la semana 22 y unos días (5 meses y medio) que me encuentro en mi casa, “recluida”. Lejos de todo lo que una vez imaginé para este momento. Porque siempre pensé gestar en colectivo, con la alegría de mis queridas, de mis queridos; con el encuentro. El beso con ruido y el abrazo apretado. Y nada de eso está sucediendo. El salir, quemarme con el sol, respirar el viento, mojarme con la lluvia. Compartir.
Porque no somos seres aislades, individuales. Somos profundamente colectives. Soy con otres, me constituyo desde y a partir de otres. Y más que nunca, cuando todo es absolutamente nuevo para mi, en lo que respecta a un embarazo, a una gestación (y también a vivir una pandemia), sentimientos de profunda soledad, nervios y angustia me dominan. Por la crisis económica que estamos ya atravesando. Por no poder gestar en colectivo. Por no saber hasta cuándo esto va a seguir.
Tengo quienes me dicen: “No estés mal que Amaia lo siente” y más bronca me da. ¿Acaso no puedo reconocer lo que siento? ¿Acaso tengo que negarlo? ¿Acaso tengo que hacer que no pasa nada y “show must go on”? No, no y no. Quizás sea momento de que todes paremos y podamos pensarnos. Quizás esta escritura es un intento, un salvavidas para poder detener todas las exigencias de “hay que seguir” en el trabajo, en la casa, en esa forma hegemónica de gestar que nos impone “tener que estar bien”. Seguir como si nada pasara, con una sonrisa, siempre lista. No.
La necesidad de detenerme, de encontrarme con lo que me pasa, de compartir de la forma que pueda con otres todo esto es la que me empuja a creer en la convicción de la búsqueda de alternativas, de invención, de creación. De romper con lo siempre imaginado y que nazca una otredad. De aprovechar este tiempo que parece ficticio, apocalíptico para animarnos a idear otros mundos. A gestar lo nuevo. Pero siempre, siempre juntes.
Estefanía Pagano Artigas (Fefa)
Recibido el 2 de abril de 2020.
13:19 hs.
Siempre quise ser madre, y este “querer” no se contrapone de ninguna manera al ser feminista. Fui-soy feminista y quise-quiero ser madre. El momento llegó. Después de tantas charlas con mi compañero, tantos piensos, tantas planificaciones de cuándo era el mejor momento, nos lanzamos a concretar lo que ansiábamos. Porque no existe el mejor momento para “tener” un hije (y escribo con comillas porque lo que no quiero es que sea mi posesión, cual objeto que se compra en alguna tienda). Ese fue el razonamiento que nos impulsó a no aplazar más “ese querer” que sentíamos en conjunto. Y ahora escribiendo, en este contexto, en esta coyuntura, me doy cuenta que cobra muchísimo más sentido.
Estoy gestando a Amaia. Hoy cumplo mis 25 semanas, es decir, 6 meses y 1 semana. Desde la semana 22 y unos días (5 meses y medio) que me encuentro en mi casa, “recluida”. Lejos de todo lo que una vez imaginé para este momento. Porque siempre pensé gestar en colectivo, con la alegría de mis queridas, de mis queridos; con el encuentro. El beso con ruido y el abrazo apretado. Y nada de eso está sucediendo. El salir, quemarme con el sol, respirar el viento, mojarme con la lluvia. Compartir.
Porque no somos seres aislades, individuales. Somos profundamente colectives. Soy con otres, me constituyo desde y a partir de otres. Y más que nunca, cuando todo es absolutamente nuevo para mi, en lo que respecta a un embarazo, a una gestación (y también a vivir una pandemia), sentimientos de profunda soledad, nervios y angustia me dominan. Por la crisis económica que estamos ya atravesando. Por no poder gestar en colectivo. Por no saber hasta cuándo esto va a seguir.
Tengo quienes me dicen: “No estés mal que Amaia lo siente” y más bronca me da. ¿Acaso no puedo reconocer lo que siento? ¿Acaso tengo que negarlo? ¿Acaso tengo que hacer que no pasa nada y “show must go on”? No, no y no. Quizás sea momento de que todes paremos y podamos pensarnos. Quizás esta escritura es un intento, un salvavidas para poder detener todas las exigencias de “hay que seguir” en el trabajo, en la casa, en esa forma hegemónica de gestar que nos impone “tener que estar bien”. Seguir como si nada pasara, con una sonrisa, siempre lista. No.
La necesidad de detenerme, de encontrarme con lo que me pasa, de compartir de la forma que pueda con otres todo esto es la que me empuja a creer en la convicción de la búsqueda de alternativas, de invención, de creación. De romper con lo siempre imaginado y que nazca una otredad. De aprovechar este tiempo que parece ficticio, apocalíptico para animarnos a idear otros mundos. A gestar lo nuevo. Pero siempre, siempre juntes.
Estefanía Pagano Artigas (Fefa)
Recibido el 2 de abril de 2020.
13:19 hs.
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