In memoriam
Crónica de un naufragio.
Lo tenía todo pensado. Este sábado 28 de marzo iba a ir a la inauguración del parque público Debora Céspedes, en el Cerro. Mi hermano, que la quería tanto o más que yo, me aviso hace montones, apenado porque estaría de vacaciones y no llegaba a tiempo.
Yo había sacado mi pasaje de regreso de Chile para poder ir con mis hijas.
Tenía calculado todo para volver antes, porque no quería perderme semejante homenaje.
Pero sobre todo, no quería quedarme en casa recordando mi aniversario de casada.
No sabía a qué se parece recordar algo que ya no existe como tal.
Me pareció mucho mejor plan recordar a Debora y su dulce potencia libertaria en este día y lo demás que reviente.
Mi duelo ya venía en modo nómade, no podía parar de moverme.
Viajar para no sufrir, trabajar para no sentir. De golpe porrazo el corona te obliga a permanecer.
"Hay que poder atravesar el duelo permaneciendo" me dijo mi doula querida, la que me ayudó a poder parir a mis dos hijas en esta sociedad médica vergonzosamente hipercesareada.
Y no se podrá atravesarlo en desplazamiento? me preguntaba yo de camino a Salto,
días antes que aparecieran los primeros casos por esos lares.
No, no se puede, me respondió el señor corona.
Toca permanecer, navegando o haciendo sapitos...
hasta que un día te dejas arrastrar por la corriente del coronancierro: la crianza con el teletrabajo,
el compartir cuidados con tu reciente ex pareja, las ollas populares
y la gente cagandose de hambre, los afectos cercanos quedándose sin laburo, y no podes
distinguir con tu corazón quebrado qué de todo esto te pone peor...si tu esfera doméstica mutando hace dos meses, o el mundo que se desploma hace dos semanas.
Y ahi, justo ahi, naufragas, y bajo el agua entendés lo difícil que resulta para las madres rodeadas de hijas en cuarentena, simplemente poder llorar.
Salú Débora querida, y lo demás, por hoy, que reviente.
pd bonus track: después de escribir este texto mientras mis hijas miraban un montón de dibujitos,
hurgando en aquella computadora donde tenía una vida ordenada en carpetas con títulos y fechas,
me encontré con una carpeta llamada debora y beto, de las últimas veces que estuve en su casa.
Las fotos eran del 27 de marzo de 2005 y curiosamente llevo puesta una remera roja que dice Chile en azul.
Recibido el 28 de marzo de 2020.
17:25 hs.
Crónica de un naufragio.
Lo tenía todo pensado. Este sábado 28 de marzo iba a ir a la inauguración del parque público Debora Céspedes, en el Cerro. Mi hermano, que la quería tanto o más que yo, me aviso hace montones, apenado porque estaría de vacaciones y no llegaba a tiempo.
Yo había sacado mi pasaje de regreso de Chile para poder ir con mis hijas.
Tenía calculado todo para volver antes, porque no quería perderme semejante homenaje.
Pero sobre todo, no quería quedarme en casa recordando mi aniversario de casada.
No sabía a qué se parece recordar algo que ya no existe como tal.
Me pareció mucho mejor plan recordar a Debora y su dulce potencia libertaria en este día y lo demás que reviente.
Mi duelo ya venía en modo nómade, no podía parar de moverme.
Viajar para no sufrir, trabajar para no sentir. De golpe porrazo el corona te obliga a permanecer.
"Hay que poder atravesar el duelo permaneciendo" me dijo mi doula querida, la que me ayudó a poder parir a mis dos hijas en esta sociedad médica vergonzosamente hipercesareada.
Y no se podrá atravesarlo en desplazamiento? me preguntaba yo de camino a Salto,
días antes que aparecieran los primeros casos por esos lares.
No, no se puede, me respondió el señor corona.
Toca permanecer, navegando o haciendo sapitos...
hasta que un día te dejas arrastrar por la corriente del coronancierro: la crianza con el teletrabajo,
el compartir cuidados con tu reciente ex pareja, las ollas populares
y la gente cagandose de hambre, los afectos cercanos quedándose sin laburo, y no podes
distinguir con tu corazón quebrado qué de todo esto te pone peor...si tu esfera doméstica mutando hace dos meses, o el mundo que se desploma hace dos semanas.
Y ahi, justo ahi, naufragas, y bajo el agua entendés lo difícil que resulta para las madres rodeadas de hijas en cuarentena, simplemente poder llorar.
Salú Débora querida, y lo demás, por hoy, que reviente.
pd bonus track: después de escribir este texto mientras mis hijas miraban un montón de dibujitos,
hurgando en aquella computadora donde tenía una vida ordenada en carpetas con títulos y fechas,
me encontré con una carpeta llamada debora y beto, de las últimas veces que estuve en su casa.
Las fotos eran del 27 de marzo de 2005 y curiosamente llevo puesta una remera roja que dice Chile en azul.
Recibido el 28 de marzo de 2020.
17:25 hs.
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