Me duelen las tetas.
Me duele la teta derecha, esa que mi hija de 21 meses muerde para descargar un poco la ansiedad de que mamá este prendida al celular.
El encierro de la cuarentena no es como esas imágenes románticas de la taza de café humeante, al lado de la última novela de Siri Hustvedt.
No.
Si tenes niñes pequeñes, agradece poder mear en solitario.
Rutinas instaladas a fuerza de madrugadas de soledad, destruidas por unos días de cautiverio.
Tu risa llenita de palabras nuevas.
Panzza, pizza, ozzo, cazza.
La casa como prisión domiciliaria.
No soporto mas esta angustia que a veces siento por no poder.
No poder estar mejor contigo.
Necesitar a veces no estar con vos.
No poder decirle a los pusilanimes de la tele que los odio.
Los odio y no me da vergüenza decirlo.
A veces, cuando siento el dolor de mis tetas, pienso en cómo sentirán sus tetas las que no tiene los privilegios que yo tengo. Las que no saben que significa “patriarcado” ni “capitalismo". Y es entonces cuando vuelvo al adentro de mi ventana para ver, todo lo hermoso que me rodea y todo lo injusto que es con el resto.
Hoy quisiste dormir más temprano. Papá cuida a tu hermana mientras vos te acurrucas cerca de tu teta y te dormís.
Ojalá sueñes con pelotas, aceitunas y panqueques.
Mariam Ghougassian
Recibido el 26 de marzo de 2020.
05:11 hs.
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