¿Cómo sería un retrato de este momento?
Seguro tendría elementos apocalípticos y un olor fuerte a siglo XIV.
El color, digamos que sería de un intenso gris desolador.
Sin embargo, y a pesar del contexto, su retrato aparece siempre luminoso y colorido, en una gama amplia de infinitos matices.
En el retrato, a veces, me veo igual a él. Lo miro, me mira, y es como un espejo. Su mirada suele ser igual a la mía.
Mezcla de felicidad y tristeza, aunque no en partes iguales. Mezcla de fuerza y cansancio, de cansancio y fuerza, aunque no en partes iguales.
Él se pone triste cuando no puede decir algo que quiere decir; yo me pongo triste cuando no puedo decir algo que quiero decir. Nos pone felices tenernos.
Sabernos él mi hijo y yo su madre. Su retrato me conmueve porque irradia enseñanzas.
A Camilo le diagnosticaron autismo cuando tenía dos años y siento que también me lo diagnosticaron a mí.
Es su condición y por elección también la mía. No ese día (creo que no hubo UN día como tal), pero sí más adelante, decidí convertir la situación en oportunidad.
Asumí ser una militante con muchos frentes de lucha abiertos a la vez, sin descanso y sin tregua.
Puse en orden las batallas y resolví que las que enfrentaría primero eran las internas, las que eran conmigo misma.
Entendí que ésta era la oportunidad que la vida me estaba dando para hacer materia las ideas con las que me había embanderado siempre.
Me consideré una madre/desmadre lo suficientemente buena como para criar amorosamente lo diferente, lo que no se ajusta, lo que habita en los bordes. Porque eso es lo mejor para él, para mi y para todes.
Cuando todo esto empezó y todo era angustia, dolor e incertidumbre, me fui a un bar con mi amiga Jenny (la única que me llama con las nueve letras de mi nombre). Le dije que una de las posibilidades que andaban dando vueltas con Cami era esa.
Ella me respondió cortándome en seco: “pero Florencia, y si es autismo ¿qué?”.
La frase o la pregunta tuvo una contundencia inmensa para mí. No se si ella recordará esto así.
Para mi fue el instante que me hizo ver la cosa desde la perspectiva inversa, me sacudió todo el cuerpo y entendí que las mujeres somos muy importantes cuidando a otras mujeres.
Contra todos los pronósticos, Camilo está manejando la cuarentena como nadie. Y es que para él cada segundo de la vida es único, intenso y maravilloso, y merece ser vivido como si fuera el último.
Florencia Martínez.
Recibido 25 de marzo de 2020. 23:04 hs.
Seguro tendría elementos apocalípticos y un olor fuerte a siglo XIV.
El color, digamos que sería de un intenso gris desolador.
Sin embargo, y a pesar del contexto, su retrato aparece siempre luminoso y colorido, en una gama amplia de infinitos matices.
En el retrato, a veces, me veo igual a él. Lo miro, me mira, y es como un espejo. Su mirada suele ser igual a la mía.
Mezcla de felicidad y tristeza, aunque no en partes iguales. Mezcla de fuerza y cansancio, de cansancio y fuerza, aunque no en partes iguales.
Él se pone triste cuando no puede decir algo que quiere decir; yo me pongo triste cuando no puedo decir algo que quiero decir. Nos pone felices tenernos.
Sabernos él mi hijo y yo su madre. Su retrato me conmueve porque irradia enseñanzas.
A Camilo le diagnosticaron autismo cuando tenía dos años y siento que también me lo diagnosticaron a mí.
Es su condición y por elección también la mía. No ese día (creo que no hubo UN día como tal), pero sí más adelante, decidí convertir la situación en oportunidad.
Asumí ser una militante con muchos frentes de lucha abiertos a la vez, sin descanso y sin tregua.
Puse en orden las batallas y resolví que las que enfrentaría primero eran las internas, las que eran conmigo misma.
Entendí que ésta era la oportunidad que la vida me estaba dando para hacer materia las ideas con las que me había embanderado siempre.
Me consideré una madre/desmadre lo suficientemente buena como para criar amorosamente lo diferente, lo que no se ajusta, lo que habita en los bordes. Porque eso es lo mejor para él, para mi y para todes.
Cuando todo esto empezó y todo era angustia, dolor e incertidumbre, me fui a un bar con mi amiga Jenny (la única que me llama con las nueve letras de mi nombre). Le dije que una de las posibilidades que andaban dando vueltas con Cami era esa.
Ella me respondió cortándome en seco: “pero Florencia, y si es autismo ¿qué?”.
La frase o la pregunta tuvo una contundencia inmensa para mí. No se si ella recordará esto así.
Para mi fue el instante que me hizo ver la cosa desde la perspectiva inversa, me sacudió todo el cuerpo y entendí que las mujeres somos muy importantes cuidando a otras mujeres.
Contra todos los pronósticos, Camilo está manejando la cuarentena como nadie. Y es que para él cada segundo de la vida es único, intenso y maravilloso, y merece ser vivido como si fuera el último.
Florencia Martínez.
Recibido 25 de marzo de 2020. 23:04 hs.
Comentarios
Publicar un comentario